Un salto al abismo: Saemisch

Artes visuales - Obras

“Hay que atreverse a pintar –por así decirlo- con los ojos cerrados. Confiarse por completo, estar dispuesto a perderse a sí mismo para ganarse pintando, actuando. Tomar decisiones es parte del oficio de pintar. Lo que lo hace difícil es que se arriesga la existencia. Cada día, en la pintura, es un salto al abismo”, afirmaba Ernst Saemisch, quien dejó un legado de aproximadamente 5,000 obras que enriquecieron la presencia del expresionismo en México.

            Desde muy joven descubrió su afinidad con el expresionismo; corriente en la que los artistas se concebían a sí mismos al servicio de un asunto sagrado. Una búsqueda de la naturaleza visible e invisible de las cosas, la profundidad de la existencia. Escribe Jorge Juanes: “Saemisch contempla la naturaleza tanto con los ojos corporales, como con los ojos espirituales; pensemos en la correspondencia orgánica entre visión, sensibilidad e intelecto”.

            Una de sus piezas más representativas es El pájaro de los muertos, que originalmente fue mural para una capilla de panteón, realizado por encargo un poco antes de la segunda guerra mundial. “La capilla cayó bajo las bombas”, escribe el pintor, “pero el tema se quedó en mí y por los años 50 pensé mucho en una solución pictórica al viejo motivo del pájaro de los muertos, esta vez para un cuadro de caballete. Es un tema muy antiguo que ha viajado mucho. Los egipcios veían al pájaro que robaba las almas a los muertos. […] En esta pintura se percibe la amenaza del negro que flota en las alturas y la forma que semeja un pájaro, endeble y ligera, como arrancada de la existencia. Todo en un mundo negro, blanco y gris simbolizando el santo recinto por el que pasan los ataúdes al bajar a la sepultura”.

            Otro motivo importante en su obra, fue la serpiente. En múltiples bocetos, pasteles, carbones, tintas y óleos, realizó variaciones sobre el tema. Son cuadros con hondas implicaciones metafísicas que se nutrieron a su llegada a México, dada su devoción por la cultura prehispánica.

            “El arte antiguo de México me cautivó por la intensa espiritualidad con que es transfigurada la existencia humana y puesta en una conexión cósmica […] cuántas veces, en mis recorridos por  tierra caliente escuché el cascabeleo de la conocida serpiente…”. Adán duerme y El hombre y la serpiente son ejemplos de esta recurrencia.

             “Son pinturas de mucha vehemencia y significación”, describe José Juan Crespo de la Serna. “Indudablemente su manera es típicamente expresionista por el ímpetu con que su soltura extraordinaria recrea ambientes nuestros y de su tierra lejana. Sus formas tienen un carácter dionisiaco”.