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Podemos discutir qué tan dorada fue la época de oro del cine nacional, es decir, qué tanto hay de regodeo nacionalista en nuestras loas a aquellos años en blanco y negro, o, en general, qué tan clásicos son nuestros clásicos fílmicos en relación con los clásicos-clásicos, los de Hollywood y el cine europeo. Lo que no podemos discutir es que Vámonos con Pancho Villa está libre de sospecha.
No era fácil adaptar al libro homónimo de Rafael F. Muñoz, una concatenación de historias más que una novela en el sentido tradicional que por añadidura extrae buena parte de su atractivo del oído del autor, particularmente hábil para recrear el habla popular. Aunque el eje de la historia es el Centauro del Norte, los verdaderos protagonistas son un grupo de revolucionarios llamados ""Los leones de San Pablo"", que se unen a la División del Norte y desde sus particulares ópticas hacen una crítica al movimiento armado. ¿Qué unía a los rebeldes? ¿el compadrazgo? ¿la amistad? ¿una admiración por Pancho Villa? Tiburcio Maya, uno de los leones es la materialización de la lealtad al caudillo.
Fernando de Fuentes director de Vámonos con Pancho Villa -responsable por otra de las grandes películas sobre la Revolución, El compadre Mendoza-, no sólo consigue dotar de unidad dramática a la obra de Muñoz, sino, sobre todo, respetar la notable variedad de registros, temas y obsesiones del original, que revive en pantalla como una notable pieza de cine bélico (las batallas están rodadas con virtuosismo) y como lo que siempre fue: una obra sobre la amistad, una aproximación dulce pero no concesiva a la pobreza y una pieza antiépica filtrada de desencanto frente a nuestra revolución.
Mucho tiene que ver el notable resultado, sin duda, con el dream team de que se hizo rodear De Fuentes. La música corre a cargo de Silvestre Revueltas, otro clásico de los de a de veras; la adaptación, del propio Muñoz, De Fuentes y nada menos que Xavier Villaurrutia; el responsable de la fotografía es L. A. Draper, uno de los grandes aquí y en los Estados Unidos, pero uno de sus operadores es el gran Gabriel Figueroa, que probaba armas en aquel año 35.
Claro que si los lectores ya vieron esta pieza maestra con toda seguridad tendrán memoria, ante todo, de un par de actuaciones. El elenco, disparejamente, también cumple, pero es de subrayarse el papel de Domingo Soler como Pancho Villa, todo un referente desde entonces. Pocas veces el cine nacional ha logrado semejantes cuotas de melancolía y desencanto.
Enlaces YouTube:
http://youtu.be/hpaup5Tn5u8
http://youtu.be/2v0Y74xzzIM