Sobre la cruz del convento

Datos Curiosos

Alejandro Rosas

Su ferocidad no tenía límites. Despreciaban la muerte. Arremetían una y otra vez contra las espadas españolas sin temor alguno. Los arcabuces no lograban minar el ánimo bélico que inspiraba a las huestes chichimecas. La batalla se libraba en la loma de Sangremal y la derrota de los españoles parecía inminente. A diez años de la caída de México-Tenochtilan, los esfuerzos por someter a las naciones indígenas de la futura región queretana habían sido infructuosos. Era el 25 de julio del año del Señor de 1531.

     En el momento más crítico de la batalla, cuando la balanza parecía inclinarse del lado chichimeca, los españoles invocaron la protección del Apóstol Santiago, célebre santo que había protegido a la España desde su guerra de reconquista contra los infieles moros. Según refieren las crónicas –mezcla de fe, historia e imaginación-, en ese momento se oscureció el cielo y frente a los ojos de los combatientes apareció una refulgente cruz, y en un hermoso caballo blanco, el apóstol Santiago, cabalgando presuroso por los aires. 

     Gracias al apoyo celestial, los españoles se levantaron con la victoria, lograron someter a los indios y fundaron Santiago de Querétaro. Varias construcciones religiosas fueron construidas en la loma de Sangremal, pero en 1683, los franciscanos edificaron un magno y definitivo convento, el primer Colegio de Propaganda Fide en América, donde muchos religiosos se prepararon para marchar al norte de la Nueva España y a otras regiones a continuar con la evangelización.  

     Se cuenta que en alguna ocasión, el misionero fray Margil de Jesús, luego de un largo viaje, regresó al Convento franciscano, clavó su bastón en uno de los huertos y nació un árbol que desde entonces produce espinas en forma de cruz. Al convento se le atribuyó un poder milagroso cuya fama trascendió por toda la Nueva España. 

     Nunca más hubo una batalla en la loma de Sangremal, hasta 1867, cuando el emperador Maximiliano decidió establecer su cuartel general en el Convento de la Cruz. Sus días estaban contados. El ejército republicano había puesto sitio a la ciudad y la caída de Querétaro sólo era cuestión de tiempo. El austriaco se jugaba la última carta de su efímero imperio.  

     En la madrugada del 15 de mayo, Maximiliano fue traicionado y las tropas republicanas iniciaron la toma de la ciudad, ingresando al Convento de la Cruz a través de la huerta. Maximiliano logró escapar, aunque fue capturado horas después. Los siguientes dos días, la celda donde había puesto su catre de campaña durante el sitio, fue su prisión. 

     La cruz nuevamente fue testigo de la batalla. Esta vez no eran los conquistadores asistidos por Santiago, sino los republicanos que durante 5 años habían peleado la segunda independencia de México contra los franceses y finalmente en Querétaro, le habían dado el tiro de gracia al imperio de Maximiliano.