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“Siento el impulso de llegar hasta el orden íntimo de las cosas;
un orden anterior a toda estética,
un orden relacionado con la genealogía del hombre”.
Ernst Saemisch
Ernst Saemisch nació en Moers, Alemania, el 25 de febrero 1902. Su niñez transcurrió en Friburgo al lado de sus padres: un ministro de hacienda y una pintora amateur, que a temprana edad lo sometió a la guía de un profesor de pintura. El joven Saemisch pronto rechazó las clases bajo el argumento de que le enseñaba “recetas mentirosas para pintar árboles”. Es en esta etapa en la que el artista reconoció su necesidad de entender a la naturaleza a través del arte y explicarla no de manera figurativa sino esencial.
Las formas violentas de la realidad lo confrontaron desde muy joven. Primero con el estallido de la primera guerra mundial, después con la muerte de su madre, en 1915; hecho por el que su padre decide internarlo en una escuela en Suiza. En este lugar, su sentimiento de orfandad fue mitigado por el encuentro con Albert Einstein, quien lo cobija e invita a hacer largos paseos en esquí.
Ingresó a la Academia de arte de Kassel de donde fue expulsado al dar a conocer en la prensa su postura crítica ante el “rígido academicismo”. La expulsión le abre paso hacia la Bauhaus, en Weimar.
En 1919 regresa a una Alemania golpeada por la crisis tras cuatro años de guerra. Para ganarse la vida, compagina la pintura con la escritura, publicando artículos y ensayos sobre cultura y política en revistas y periódicos.
“El horror y la vergüenza me hacen titubear para correr la cortina que oscurece aquellos terribles tiempos del 33 al 45”, escribió con respecto a la Segunda Guerra Mundial. Época en la que trabajó en la agencia noticiosa de Alemania, en el cargo de director de la sección extranjera, como periodista. Cuando Hitler llegó al poder, huyó a Finlandia y trabajó al lado del Mariscal Mannerheim, héroe nacional finlandés que defendió su patria de los nazis.
En 1963 se casó con Gertrudis Zenzes, mexicana de origen alemán y se trasladó a México. Construyó una casa en Valle de Bravo en la que llevó una vida de retiro dedicado a la meditación y a la pintura, hasta su muerte el 17 de diciembre de 1984.
Actualmente, la Asociación Civil Ernst Saemisch se encarga de cuidar y difundir la obra del artista, bajo la dirección de su viuda, quien en la conmemoración de los 110 años del natalicio del artista recordó: “lo vi llegar a casa […] ensangrentado en cara y ropa, con expresión feliz. ‘Qué conversación', me dijo. ¡Inolvidable! Caminé metido debajo de una res desollada, para ayudar a mi amigo Pedro a cargarla del rastro al mercado. Qué sabiduría. Qué corazón. Con qué risa hablábamos de la muerte. Con qué fuego y dolor de nuestra capacidad de crear. Ya ves, por eso amo tanto y con tanta admiración al pueblo de México’ ”.