Saturnino Herrán

Artes visuales - Personajes

Saturnino Herrán nació el 9 de julio de 1887 en la ciudad de Aguascalientes. Es considerado como precursor del muralismo mexicano y un renovador del arte nacionalista, ya que, gracias a su dominio de la técnica y a su capacidad para reflejar diversos estados de ánimo, pudo describir de forma novedosa las tradiciones mexicanas en un estilo que ha sido calificado como modernista-costumbrista.

            Desde muy niño, se distinguió por su afición a las bellas artes, mundo que conoció gracias a su padre, el escritor y dramaturgo José Herrán, dueño de la única biblioteca que entonces había en la ciudad, que solía ser visitada por artistas y literatos.

            De la “vida acomodada” paso a trabajar y vivir en condiciones muy precarias debido ala muerte de su padre en 1903. Saturnino y su madre emigraron a la Ciudad de México en donde él consiguió un empleo en las oficinas de Telégrafos Nacionales, mientras que por las noches estudiaba en Bellas Artes.

            Un año después, ingresó a la Academia de San Carlos en donde se convirtió en el alumno favorito de Antonio Fabrés; para 1909 ya era nombrado profesor interino de dibujo en la Academia de Bellas Artes.

            En épocas de aire revolucionario, mientras otros artistas optaron por alejarse de la Ciudad de México y de las trifulcas políticas, Herrán permaneció trabajando en su taller de la calle de Mesones, en donde además organizaba tertulias bohemias en compañía de sus inseparables amigos Ramón López Velarde y Manuel M. Ponce.

            La obra de Herrán estuvo influida por las aspiraciones de la Revolución. Fue en creador de poderosos símbolos nacionales, gracias a su mirada que podía desentrañar la esencia del pueblo mexicano.

            Entre sus obras más destacadas se encuentran: Labor o El Trabajo, Molino de vidrio y Vendedoras de ollas, La leyenda de los volcanes, La cosecha, el Vendedor de plátanos, La criolla del rebozo, La ofrenda y El jarabe, Mujer en Tehuantepec, Mujer con calabaza, El cofrade de san Miguel, la serie criollas y el tríptico Nuestros dioses antiguos.

            Nuestros dioses antiguos, fue la última pieza que trabajó. Se trataba del proyecto de un friso mural para el Teatro Nacional —hoy Bellas Artes—, cuyo tema expresaría una alegoría sobre el mestizaje mexicano. Por desgracia, la muerte prematura del artista solo le permitió realizar la primera parte: “el mundo indígena” .

            Murió el 9 de octubre de 1918, a los 31 años. A pesar de lo inesperado de su muerte, su obra es fuente de inspiración constante para la Escuela Mexicana de Pintura.