Santiago, el conquistador

El siglo de la conquista - Vida Cotidiana

Su nombre revelaba su misión. Santiago -Hijo del Trueno- abrió los cielos de España y arremetió contra los infieles moros. Conquistador de almas para la causa de la cristiandad y azote de ánimas impías, cruzó el Atlántico para cabalgar sobre la historia que, soberbia, abría sus puertas a la América Española.

 

Las crónicas cuentan que en batallas desesperadas, el legendario apóstol aparecía montado en brioso corcel blanco, con su tilma roja como la sangre que ondeaba en el aire y anunciaba la victoria. Santiago hizo relucir su espada a favor de Cortés y luego de su triunfo adoptó como propia a la nación mexicana.

 

Fiel insurgente, se apareció en la derrota de los realistas que asediaban Janitzio. Contra los franceses en Tabasco, el apóstol vistió el uniforme republicano y asistió al escuchar el grito de guerra que también era una invocación: ""¡Santiago y a ellos!"". Revolucionario y cristero, se le vio levantar enormes polvaredas caracoleando su caballo frente al enemigo que huía despavorido. Santiago escribió en los cielos de la historia patria su nombre sonoro, fuerte, aguerrido como el trueno. Siempre con la espada en mano para combatir en favor de las causas desesperadas. Siempre montado en su magnífico caballo. Siempre mexicano.

 

La historia le rindió los honores y el poeta Santos Chocano dejó para la eternidad unos versos, testimonio del legendario caudillo de Dios y aguerrido apóstol que aún cabalga por los cielos de su América: ""En mitad de los fragores/ decisivos del combate,/ los caballos con sus pechos/ arrollaban a los indios y seguían adelante;/ entre el humo y el fulgor de los metales,/ y, así, a veces, a los gritos de ¡Santiago!/ se veía que pasaba, como un sueño,/ el caballo del Apóstol a galope por los aires..."".