Rodin y Rilke

Artes visuales - Personajes

El poeta Rainer Maria Rilke tenía apenas treinta años cuando conoció a Rodin, en 1902.  En aquel momento, el escultor tenía sesenta y dos años y se encontraba en plenitud artística. El motivo del encuentro fue el encargo, de parte de la editorial alemana Julius Bard, asignado a Rilke, de redactar una monografía sobre el escultor francés.

Rilke era una joven promesa, que ya había legado al mundo un par de libros interesantes y que acababa de casarse con, Clara Westhoff, una joven escultora que había sido discípula de Rodin. En septiembre de 1902 se trasladaron a la capital francesa para trabajar en la monografía (que fue publicada en marzo de 1903 con el título: Auguste Rodin). Pasaba horas en su taller, viendo trabajar  a quien desde el primer día llamó “maestro”.

El libro de Rilke no es una simple biografía; es considerado un comentario lírico en el que trata de desentrañar el íntimo sentido de las esculturas que describe y en el que expone sus ideas sobre el arte:

“La obra plástica se parece a esas ciudades de otros tiempos que vivían completamente encerradas dentro del recinto de sus murallas… Asimismo, por grande que sea el movimiento de una estatua, aunque esté formado de extensiones infinitas y de la profundidad del cielo, es preciso que vuelva a cerrarse el círculo de la soledad en que vive una obra de arte”.

Este acercamiento, fue el comienzo de una amistad que fue avivada por una correspondencia que duró hasta 1913, cuatro años antes de la muerte de Rodin. El libro Cartas a Rodin, es una recopilación de misivas escritas entre 1902 y 1913. En una carta escrita el 1 de agosto de 1902, Rilke escribe:

“Es trágica la suerte de los jóvenes que presiente que les será imposible vivir si no logran ser poetas, pintores o escultores y no encuentran el consejo verdadero, hundidos en el abismo del desaliento; buscando un maestro poderoso, no son palabras ni indicaciones lo que buscan, sino un ejemplo, un corazón ardiente, manos que sepan hacer grandeza. Es a usted a quien buscan”.

En 1907, Rilke publicó las Nuevas poesías dedicadas “à mon gran ami Rodin”. En 1908 publica La otra parte de sus Nuevos poemas. El poeta reconocía que la influencia de Rodin en su obra era fundamental.  La critica definió esta nueva tendencia como “poemas cosas”.

“Hay manos en la obra de Rodin -describe Rilke- manos independientes y pequeñas que viven sin pertenecer a cuerpo alguno. Manos que se yerguen irritadas y malignas, manos que parecen ladrar con sus cinco dedos erizados como las cinco fauces del cancerbero infernal. Hay manos que caminan, que duermen y manos que despiertan; manos criminales, cargadas de pesadísima herencia, y manos fatigadas que no quieren ya nada, que se han echado en un rincón cualquiera como bestias enfermas que saben que nadie puede ayudarlas…”

Llegó el momento en que, a pesar de la amistad y la admiración la relación comenzó a desgastarse y el poeta expresó su molestia por centrar demasiado tiempo y atención en la obra de Rodin. Terminaron separándose, pero el escritor, lo definía como “el más grande entre los vivos” y hasta el final de sus días lo recordó como “el más poderoso maestro”.