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Jimena Salgado
Papeles de colores envolviendo ollas de barro; cañas, mandarinas y tejocotes al interior, vendas en los ojos como la fe ciega que se requiere para romper con los siete picos, con los siete pecados capitales, "dale dale dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino; ya le diste una, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó"…
Las piñatas son una de las costumbres más antiguas de México y su origen se remonta al siglo XVII, cuando comenzaron a ser utilizadas como instrumentos de la evangelización española por parte de los los frailes agustinos de Acolman de Nezahualcóyotl, cerca de la zona arqueológica de Teotihuacán, para celebrar las misas de aguinaldo, el antecedente de las posadas.
Sin embargo, se han encontrado evidencias de una práctica similar entre los aztecas en donde recipientes eran decorados con plumas y se llenaban de pequeños adornos para celebrar el nacimiento del dios azteca Huitzilopochtli.
Fue en el Ex convento de San Agustín de Acolman donde —según la tradición— se elaboró la primera piñata tal y como hoy la conocemos. Los frailes agustinos tomaron la celebración azteca y cocinaron el barro y el sincretismo; ahora la olla revestida vistosamente con papel de China encarnaría a Satanás o el espíritu del mal; los colores se volvieron la representación de los placeres superfluos y añadieron siete picos que simbolizarían los siete pecados capitales. En el fondo de la piñata colocaron fruta simbolizando las riquezas del reino de los cielos para aquellos que, con los ojos vendados, como una muestra de fe ciega, tomarían un palo como vehículo de la virtud y destruirían la tentación venciendo al pecado.
Las piñatas se extendieron rápidamente al interior de la sociedad mexicana como parte de las posadas y el pueblo comenzó a incorporar cantos festivos a la práctica, lejos del sentido solmene y religioso de su origen, por lo que el clero prohibió terminantemente las piñatas entre 1788 y 1796, pero ante el escaso éxito que se tuvo para suprimirlas del ánimo popular, la prohibición tuvo que vetarse en 1818 y, aún en la actualidad, aunque las piñatas han evolucionado en su fabricación, significación y uso, se mantienen como un símbolo reconocido internacionalmente de la cultura mexicana y nuestras celebraciones.