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Alejandro Rosas
Cualquier intento de buena vecindad había sido destruido por el atroz intervencionismo del primer embajador de Estados Unidos, Joel R. Poinsett que se encargó de azuzar a la inexperta clase política mexicana en la década de 1820, desatando odios y pasiones que culminaron con la expulsión de los españoles y con el primer golpe de estado de la historia nacional (1828).
Para regocijo de muchos, Poinsett fue retirado en los primeros días de enero de 1830 y cuando se esperaba que el nuevo representante del gobierno de Estados Unidos en México fuera mejor, arribó al país un personaje aún más siniestro: Anthony Butler.
Sus cartas credenciales nada tenían que ver con la diplomacia. Su única virtud era su amistad con el presidente Andrew Jackson. Butler era un aventurero, irascible, pendenciero, con un gusto excesivo por la bebida y dedicado a la usura. Obtenía dinero alquilando a sus esclavos por no tener propiedades en dónde emplearlos. Se había hecho de algunos terrenos en Texas por un intermediario, razón por la cual se empeñó afanosamente en tratar de que tan valioso territorio pasara a manos de Estados Unidos y convenció a su amigo el presidente estadounidense de que podía hacerlo.
Por si fuera poco, Butler carecía de la cultura y urbanidad que poseía Joel Poinsett, por lo que su presencia en México causó gran molestia al gobierno. El propio Esteban Austin –defensor de los derechos de los texanos- tenía una mala opinión del embajador estadounidense: “Jamás he conocido un hombre más malo y más canalla. En México no tiene un sólo amigo entre los extranjeros y es despreciado por la mayor parte de los mexicanos”.
Sus abiertas intenciones de adquirir Texas para Estados Unidos pusieron en alerta a Lucas Alamán, ministro de Relaciones Exteriores de México quien mantuvo una posición firme frente a Estados Unidos. Aunque Butler no logró la compra de Texas, durante su gestión concibió un mecanismo que desde entonces estuvo presente en la relación entre ambos países: el de las reclamaciones por daños a propiedades y vidas estadounidenses como una forma de presión al gobierno mexicano.
Hombre mentiroso que utilizó el rumor, la especulación y la presión durante su misión, al ser retirado por solicitud del gobierno mexicano, viajó a Texas para apoyar la insurrección que se avecinaba. En una carta, el propio Butler culpó a Austin de su fracaso: “Uno de los más grandes enemigos de nuestro gobierno y pueblo se encuentra en México y no ha hecho más que obstaculizar las negociaciones… él fue la causa principal de que yo fuera derrotado en el último esfuerzo hecho para obtener la cesión de Texas”. Desgraciadamente, al final se salió con la suya.