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“La navegación fue próspera y acertada aunque de muy gran trabajo, por ser tan larga e ir nao tan pobre de gente y regalo. El Padre Urdaneta tomó a su cargo el gobernarla, así por ser tan necesaria su inteligencia, como porque el piloto y el maestre, murieron en saliendo del puerto.”
Relación del “Tornaviaje”,
Publicada por el historiado Manuel Orozco y Berra, en “Apuntes para la historia de la geografía en México” en Revista Científica Mexicana, I, México, 1880.
Al iniciar la segunda mitad del siglo XVI, la ruta hacia el continente Asiático desde América era conocida. El regreso, sin embargo, parecía imposible: las corrientes en contra y la dirección de los vientos hicieron del océano Pacífico un lugar de difícil navegación. Hasta entonces, los marinos que habían llegado al archipiélago asiático habían quedado varados, habían muerto en el intento de regresar por el Pacífico, o habían llegado a Europa en calidad de prisioneros al navegar hacia occidente por aguas portuguesas.
La riqueza comercial, social y cultural de Asia, podía representar mucho para la Nueva España y en consecuencia para la corona, así que en 1559 el rey Felipe II ordenó al virrey de la Nueva España, Luis de Velasco, organizar una expedición a las islas asiáticas; además del claro objetivo de colonización y comercio, el éxito de esta expedición dependía principalmente de encontrar una ruta segura para regresar a la Nueva España a través del Pacífico.
Para cumplir con semejante encomienda, el virrey dispuso de Miguel López de Legazpi, y de Fray Andrés de Urdaneta, agustino y experto navegante que había cambiado su vida de marino por los hábitos religiosos. La expedición zarpó el 21 de noviembre de 1564, del puerto de Navidad (en el actual estado de Jalisco) en el galeón San Pedro —al mando de Legazpi y Urdaneta— acompañado por el San Pablo, el San Juan y el patache San Lucas. La flota estaba compuesta de 150 marineros, 200 soldados y cuatro religiosos agustinos.
El 13 de febrero de 1565 llegaron a las islas del archipiélago asiático, al que nombraron Filipinas. Legazpi permaneció en Asia para culminar con sus labores de conquista y colonización, mientras que Urdaneta quedó comisionado a la peligrosa tarea de encontrar la ruta de regreso a la Nueva España. El 1 de junio de 1565, el fraile zarpó de Cebú. Navegó desde las Filipinas hacia el norte y cerca de la región meridional de Japón descubrió una corriente cálida, estrecha y rápida, llamada Kuro-shivo o corriente negra —por la oscuridad de sus aguas— que facilitaba la navegación.
La corriente negra fue la llave que abrió la ruta de regreso. Urdaneta navegó hacia el este, y a pesar de la escases de agua y alimentos que provocó que muchos de sus hombres enfermaran de escorbuto y varios murieran, llegó a las costas de la Alta California desde donde navegó bordeando el litoral hacia el sur, hasta llegar a la bahía de Acapulco el 3 de octubre de 1565.
Las autoridades de la Nueva España quedaron maravilladas de la gran variedad de productos traídos de Asia y se congratularon de las implicaciones comerciales del descubrimiento del “tornaviaje” de Urdaneta. Durante los siguientes tres siglos todo el comercio entre Europa y Asia se realizaría a través de las costas de la Nueva España a través de la famosa empresa La Nao de China.
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