Las bataclanas

La reconstrucción - Vida Cotidiana

Entre las noches de cabaret y las tandas ofrecidas por el Principal, al comenzar la década de 1920, los empresarios buscaban nuevas revistas que garantizaran largas temporadas, pero sobre todo buenos ingresos.

          Hacia 1925, llegó a México directamente desde París, la ¡Voila le Ba-ta-clan! con “Madame Berthe Rasimi a la cabeza de la compañía de tiples –escribió Armando de Maria y Campos-, cuyos cuerpos se exhiben semidesnudos, envueltos en mallas, coronados de exóticos plumajes; blancos, altos y delgados, recubiertos de pedrería artificial. Bataclanas se les llama a estas mujeres encueradas y bataclánica a esta era del destape que se inicia a la mitad exacta de la década de los veinte, convirtiéndose en una adjetivación imprescindible en la descripción de conductas inclinadas a la fiesta o levemente exhibicionistas.”

          Los cuerpos semidesnudos de las francesas desataron la lujuria del público y el éxito en taquilla, pero también despertaron el ingenio del mexicano. A una semana del debut de la compañía francesa, el empresario José Campillo puso ensayar a sus artistas para hacer su mexicanísima versión del Bataclán, conocida como Mexican Rataplán.

          Entre el poco vestuario que utilizaron las artistas incorporaron objetos muy mexicanos: jícaras, cucharas y cucharones, cazuelas, escobetillas, sopladores y aventadores. En su gira por Cuba, el Mexican Rataplán anunció “ni una vieja, ni una fea”, mientras cantaban una canción de título sugerente “Vacilópolis”.

          El Rataplán superó el éxito de su contraparte francesa y en poco tiempo otros teatros capitalinos copiaron el modelito presentando números similares, en los cuales los vestidos femeninos se iban acortando cada vez más.