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ANA SALINAS ALVERDI
Escrita y dirigida por Julio Bracho, la película se estrenó en diciembre de 1942, pocos meses después de la declaración de guerra contra Alemania por parte de México. Es en este contexto que la industria cinematográfica mexicana obtiene gran impulso de parte de Estados Unidos de Norteamérica, interesados en producir y financiar películas mexicanas para su posterior distribución en América Latina.
Gracias a este apoyo, la industria cinematográfica mexicana desarrolló temas nacionalistas y melodramas de alto contenido moral. De igual manera, personajes como Dolores del Río, María Félix, Pedro Infante y otros de la época fueron poco a poco volviéndose exponentes del cine mexicano y latinoamericano; y Julio Bracho fue uno de los grandes directores mexicanos cuyo nombre saltó a la fama internacionalmente aprovechando la difusión del cine nacional.
La virgen que forjó una patria sería su tercer largometraje. La cinta, situada en los albores de la lucha independentista de México, se centra en la figura de la virgen de Guadalupe como elemento de unión entre los mexicanos, una unión que trasciende tiempos y circunstancias históricas.
El filme inicia en la casa del corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, donde se encuentran reunidos Miguel Hidalgo, Ignacio Allende y Juan Aldama, planeando la insurrección; y en la que Allende señala la importancia de un símbolo que represente la lucha revolucionaria por la liberación. Miguel Hidalgo, interpretado por Javier Villarreal, señala que lo indicado sería escoger como emblema a la vírgen de Guadalupe, opinión no compartida por Allende.
Pronto la acción de la película sitúa a Hidalgo y los conspiradores en peligro, y una vez descubiertos se ven obligados a tomar las armas. Es en este punto que Hidalgo explica a Allende la relevancia de la virgen de Guadalupe a manera de flashback –la película se traslada a 1528, poco tiempo después de la conquista del Imperio Mexica– señalando el trato de los españoles hacia los indios; en la introducción de la religión católica como la verdadera religión y en cómo aquella fue capaz de unir conquistados y conquistadores.
La explicación de la conquista dentro de la narración sirve para introducir a Juan Diego, interpretado por Ramón Novaro, y quien dentro del filme se encarga de caracterizar la bondad de los indígenas, contraria a la brutalidad y desinterés de las huestes y autoridades españolas. La aparición mariana en el filme se vuelve entonces un hecho trascendental al unificar el pasado de México con la insurrección, bajo argumentos de justicia y libertad para el pueblo mexicano.
La película ciertamente contiene un fuerte carácter nacionalista. Si bien la época de su producción fue propicia para ahondar en temas simbólicos de la historia patria, también es interesante el aspecto que juega el papel religioso dentro de la narrativa del filme.
La película se distribuyó por toda América Latina y gozó de buena aceptación y crítica, tanto dentro como fuera del país. Mención especial mereció la interpretación de Hidalgo. Como punto interesante, la película no accedió al mercado español, en ese momento gobernado por el franquismo, pese a que el cine mexicano ya encontraba un buen público en España.