La primera imprenta de América

El siglo de la conquista - Vida Cotidiana

""... Que el arte de la imprenta se usase y ejerciese libremente en esa tierra como se usa en estos reinos o como mi merced fuese: lo cual visto por los de nuestro consejo de las indias fue acordado que debíamos mandar dar esta mi cédula en dicha razón."" Esto era lo que predicaba una real cédula decretada en Valladolid el 7 de septiembre de 1558. Lejanos parecen aquellos tiempos en donde se intentaba promover el desarrollo de la incipiente industria editorial.

Sin existir un acuerdo definitivo sobre la llegada de la imprenta a la Nueva España, se coincide en que fue el virrey don Antonio de Mendoza, a instancias del obispo Fray Juan de Zumárraga, quien la introdujo en la colonia por el año de 1536. Fue la Escala Espiritual de San Juan Clímaco el primer libro impreso por Juan Pablos. De apellido original Paoli, plural de Paolo, la costumbre de castellanizar los nombres dio como resultado Pablos y a este Pablos se le reconoció el honor de haber sido el primer impresor del Nuevo Mundo.

Después de 1560 ningún otro asunto se conoció de Pablos, pues la cédula de 1558 le había quitado derechos que unos años antes lo habían consagrado como el único impresor. ""Digna de elogios es la disposición contenida en esta cédula... -comenta Luis González Obregón- echados por tierra esos odiosos privilegios de que gozara Juan Pablos, comenzaron a establecerse nuevos talleres de imprenta, y durante el siglo XVI figuraron los nombres de Antonio de Espinosa, Pedro Ocharte, Pedro Balli, Antonio Ricardo..."" Incluso el famoso hacedor del desagüe novohispano, Enrico Martínez se encontraba en esta lista.

Los impresores de esos días fungían también como libreros. El mérito estaba no sólo en escoger la obra y encontrar al traductor sino también seleccionar cuidadosamente la tipografía cuidando la limpieza de la edición, armar el libro entero y una vez listo, ""comercializarlo"" en el mercado, es decir ponerlo a disposición del público en sus libreros.

El tema más socorrido de los primeros impresos fue el religioso. La Iglesia jugó un papel fundamental en la promoción de la imprenta a la que no dejó escapar y utilizó como medio de evangelización. Es posible que por este motivo abundasen las traducciones al masahua, nahuatl, otomí, tarasco, mixteco, chuchón, huasteco, zapoteco y maya. Además de las llamadas insignias, una especie de estampas con llamativas escenas religiosas que se vendían muy bien entre los indígenas. Según decía el arzobispo Moya en 1575, ""las insignias que hice imprimir para suplir la falta de las bulas de la tasa de dos reales y de cuatro se van expendiendo tan bien como las bulas, porque como los indios no saben leer gustan más de la pintura que de la escritura.""

De las ediciones del siglo XVI poco quedó. La humedad y el uso frecuente acabó con la mayoría de ellos. Las bodegas de los conventos y librerías solían estar ubicadas en los sótanos a merced del agua, algunas veces estancada el tiempo suficiente para podrir los libros. Generalmente se producían libros de rezo o estudio, así que la gente los empleaba como obras de consulta sin darles descanso. Pero la causa más importante de la destrucción fue la carestía de papel ocasionada cuando alguna guerra cortaba la comunicación entre la colonia y la metrópoli, entonces se revendían los libros viejos para hacer nuevos.

En el siglo XVII se continuó la edición de libros religiosos y algunos de gramática o ""artes en lenguas indígenas"" y se comenzaron a producir historias de las órdenes religiosas llegadas al Nuevo Mundo y vidas ejemplares de santos y mártires. Para estas fechas, la actividad tipográfica y de impresión había echado raíces en estas tierras.