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“Ignacio Padilla representa la continuidad y el fortalecimiento de la literatura en nuestro país. Dice lo que no puede decirse de ninguna otra manera: las razones del corazón y de la cabeza que la cabeza y el corazón ignoran”. Carlos Fuentes.
Ignacio Padilla (1968 -2016) se definía a si mismo como “un contador de historias, un físico cuéntico”, que lo mismo escribía novela, ensayo, narrativa infantil, pero sobretodo: cuento.
“El cuento no es un género para la época de las distopías –comentó en una entrevista televisiva-. El cuento es utópico; el autor del cuento está aspirando a una perfección que nunca va a alcanzar”. Insistía en que mientras hubiera neuróticos en el mundo, seguirían existiendo los cuentistas.
Miembro de la generación Crack junto a Jorge Volpi y Eloy Urroz –sus amigos de la prepa-, Pedro Ángel Palou y Ricardo Chávez. Aunque aclaró más de una vez que, más que una “generación”, el Crack era un grupo de personas, de amigos, que se decidieron a escribir un grupo de novelas específicas -El temperamento melancólico de Jorge Volpi; Memoria de los días de Pedro Ángel Palou; La conspiración idiota de Ricardo Chávez; Las rémoras, de Eloy Urroz y Si volviesen sus majestades de Padilla-, que fueron presentadas en 1996.
Ese día de agosto, también fue leído su manifiesto, en el que Ignacio argumentó: “A la novela del Crack, pues, le queda renovar el idioma dentro de sí mismo, alimentándolo de sus cenizas más antiguas. Quede para otros, los que sí tienen fe, tratar el idioma con el argot de las bandas o con el discurso rockero que ya sabe a viejo”.
Veinte años después, en un día también de agosto, Ignacio Padilla falleció de manera inesperada, como en el final de un cuento, y dejó pendiente su Micropedia y algunos otros proyectos literarios.
Fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua; ganador de múltiples premios como el Premio Juan de la Cabada, el Premio Nacional de Ensayo Literario Malcolm Lowry y el Premio Nacional Juan Rulfo para Primera Novela en 1994; el Gilberto Owen y el Premio Nacional de Ensayo José Revueltas en 1999; el Premio Nacional Luis Cardoza y Aragón para Crítica de Artes Plásticas, el Premio Nacional de Obra de Teatro y el Premio Juan Rulfo de Cuento de Radio Francia Internacional y el Premio Málaga de Ensayo en 2008; entre muchos otros.
También, decía, fue probablemente el primer mexicano que vivió, trabajó y estudió en Swazilandia.