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“Juan: Rodearte como el río ciñe a una isla, respirarte, beber la luz que bebe tu boca […] recorrer interminablemente tu cuerpo, dormir en tus pechos, amanecer en tu garganta, ascender el canal de tu espalda, perderme en tu nuca, descender hasta tu vientre. Perderme en ti, para encontrarme en mí mismo, en la otra orilla, esperándome…
Beatriz: Girar incansablemente a tu alrededor, planeta yo y tú sol.
Juan: frente a frente siempre como dos árboles”.
Beatriz fue creada por el doctor Rappaccini; por sus venas corre veneno que es vida y muerte al mismo tiempo. Un día conoce a Juan, un joven estudiante al que contagia de muerte. El amor entre estos jóvenes, enmarca la lucha entre el pecado y la virtud… este es el argumento que le da forma La hija de Rappaccini, única pieza teatral escrita por Octavio Paz.
A pesar de que el escritor no pertenecía al círculo teatral y que sus inquietudes literarias sucumbían a seducciones diferentes a las escénicas, en 1956, Paz, inició el movimiento “Poesía en Voz Alta”, una propuesta que, sin proponérselo, renovó la escena mexicana.
La idea original, era organizar recitales poéticos en los que participaran actores; con ese objetivo se reunió un grupo memorable: Octavio Paz, Leonora Carrington, Héctor Mendoza, Juan José Arreola, Elena Garro, José Luis Ibáñez, Juan Soriano, Nancy Cárdenas, Tara Parra, Rosenda Monteros, Carlos Fernández y Héctor Godoy; pero al escritor, la iniciativa de las lecturas no le convencía del todo, ¿si los poetas no habrían de leer sus propias palabras, por qué no darle a los actores otro tipo de material poético con el que sí pudieran explotar sus capacidades histriónicas?
El primer programa de “Poesía en Voz Alta” estuvo a cargo de Arreola y fue dedicado al teatro español. El escenario fue el Teatro del Caballito, de la calle de Rosales. Para el segundo programa, Leonora Carrington, le sugirió a Paz que escribiera una obra de teatro.
Paz usó como inspiración un cuento de Nathaniel Hawthorne, para crear una obra compuesta por un prólogo, nueve escenas y un epílogo que se estrenó el 31 de julio de 1956 en el Teatro del Caballito. Dirigida por Héctor Mendoza, con escenografía y vestuario de Leonora Carrington y protagonizada por Juan José Arreola.
Cuatro fueron las obras que conformaron ese segundo programa: La hija de Rappacinni, de Paz, Le salón de l’automobile, de Ionesco, Oswal et Zénaïde ou Les Apartés, de Tardieu y Le canari, de Neveux -todas traducidas por Octavo Paz-.
Paz define esta pieza como un “poema dramático”. El autor del Laberinto de la Soledad, tenía la creencia de que el teatro en principio es poesía y que lo que se pone en escena no es otra cosa que una tragedia.
Carlos Fuentes fue el encargado de redactar una nota para el programa de mano, en la que explica: “en la hija de Rappaccini de Octavio Paz, el amor se enfrenta a sí mismo, a su otra cara”.
La obra solo se ha representado dos veces, de hecho, es la única obra que produjo el grupo. En 1990, año en que a Paz se le otorgara el Nobel, la obra fue rescatada por Ediciones Era.