La Compañía de Jesús y el Colegio de San Ildefonso

La Nueva España - Hechos

Los jesuitas llegaron a Nueva España en 1572. Su orden religiosa tenía apenas treinta y dos años de fundada (1540), pero su tarea evangelizadora en el continente asiático era su mejor carta de presentación al desembarcar en las costas novohispanas. Con el mismo espíritu combativo que mostraron los fundadores de la orden -Ignacio de Loyola y Francisco Xavier, entre otros-, los jesuitas se presentaron en la Ciudad de México dispuestos a ganar corazones y almas para su causa, que era también la de Dios.

 

Hechos para la acción más que para la contemplación, apenas un año después de su arribo, la Compañía fundó su primera casa de estudios: el Colegio de San Pedro y San Pablo. Al cumplir una década en territorio novohispano ya gozaba de la simpatía de la población. La demanda educativa les permitió crear dos colegios más, el de San Gregorio fundado en 1575 y el de San Bernardo de 1576. De los 30 alumnos que albergó inicialmente el Colegio de San Pedro y San Pablo, hacia 1578 ya eran 300 los jóvenes educados por los jesuitas -sumando todos los colegios de la Compañía-.

 

Debido a su éxito, a sus planes de estudio y a la tarea religiosa que desempeñaban por todo el territorio, en 1588 los seminarios de San Gregorio y San Miguel se fusionaron con el de San Bernardo en uno solo, bajo la advocación de San Ildefonso. En 1612 el Colegio de San Pedro y San Pablo siguió el mismo derrotero. Tiempo atrás había dejado de ser administrado por los jesuitas y se encontraba en manos de un patronato de seglares que lo llevaron casi a la ruina obligando a los alumnos a buscar resguardo en San Ildefonso, con lo cual ambos colegios se unieron de facto. Transcurrieron seis años más antes de que el rey de España, por cédula firmada en 1618, reconociera la fusión y San Ildefonso se erigiera definitivamente como Colegio Real ""concediéndole todas las preeminencias que al de San Martín de Lima"". La solemne apertura se realizó el 23 de enero de 1618 -aniversario luctuoso del santo.

 

Durante la mayor parte del siglo XVII, el Colegio de San Ildefonso ocupó un austero edificio cuya fachada principal, orientada hacia el norte, daba a la calle de San Ildefonso. La parte más antigua -ocupada originalmente por el seminario de San Bernardo también conocido como Colegio del Rosario- se encontraba en el extremo oriente de la construcción y recibía el nombre de Colegio Chico. En ese lugar comenzó propiamente la historia de San Ildefonso.

 

Seguía una parte intermedia llamada Colegio de Pasantes y finalmente en el lado poniente se encontraba el Colegio Grande. En la cara sur de esta última sección, en los primeros años del siglo XX fue construido un anexo donde se encuentra actualmente el Anfiteatro Bolívar que perteneció a la Escuela Nacional Preparatoria. Las tres secciones estaban comunicadas entre sí a través de patios interiores.

 

Desde finales del siglo XVII comenzó la remodelación y reconstrucción arquitectónica más importante de su historia, la cual dejó al Colegio de San Ildefonso con el aspecto que aún presenta en la actualidad. Sin detrimento de las actividades cotidianas, los trabajos iniciaron en la parte oriental. Entre 1712 y 1718 fue construida ""vivienda aparte para los gramáticos -señala el Padre Francisco Javier Alegre- que consagró [el rector] a nuestra señora del Rosario, que es lo que hoy conocemos con el nombre de colegio chico, sobre cuya puerta está la imagen de la señora de su advocación; edificio que se reservó a gramáticos y filósofos"".

 

Las obras continuaron durante medio siglo y finalizaron en 1749. Por entonces, el Colegio de San Ildefonso era uno de los edificios barrocos más espléndidos de la Ciudad de México. Su importancia en la formación intelectual y espiritual de los jóvenes novohispanos estaba por encima de cualquier otro colegio o seminario de la época. A casi dos siglos de su llegada a México, la Compañía de Jesús podía sentirse satisfecha de su obra.