El triunfo de San Ángel

La Nueva España - Hechos

En 1617 finalmente fue inaugurado el convento bajo la advocación del santo carmelita: San Ángelo Mártir. Por su belleza, extensión e importancia en la región -ni siquiera el convento y templo de San Juan Bautista en Coyoacán le hacía competencia- la construcción se convirtió en punto de referencia en todo el valle de México.

El hasta entonces modesto pueblo de San Jacinto Tenanitlan comenzó a cambiar de rostro. ""Prelados y grandes señores lo visitaban a menudo -escribió el cronista Federico Gómez Orozco- mandas y capellanías de consideración aumentaban sus rentas"". Las pequeñas chozas distribuidas irregularmente en los alrededores del templo de San Jacinto pronto fueron sustituidas por construcciones de piedra pertenecientes a importantes señores españoles que le dieron orden urbanístico al pueblo.

La presencia de los carmelitas impulsó el desarrollo económico, pues se necesitaba gente para la huerta, las obras hidráulicas, para las nuevas edificaciones, para trabajar en las canteras. Con el tiempo, los propios vecinos dejaron de utilizar su nombre original; ya no era Tenanitlan o San Jacinto, la gente lo conocía simplemente como San Ángel y decían ""allí por San Ángel"" o ""junto a San Ángel"", de tal modo que la costumbre se convirtió en ley no escrita.

Ni siquiera las terribles tentaciones que en forma de dinero sedujeron a los carmelitas fueron suficientes para cambiar la costumbre. En 1634, doña Mariana de Aguilar Niño, viuda de don Melchor de Cuellar, fundador y benefactor del Convento del Desierto de los Leones ofreció suministrar una importante cantidad de dinero al monasterio de San Ángel a cambio de dedicarle cierto número de misas a ella y a sus deudos vivos y difuntos, hacer sufragios cuando muriese y permitirle poner su escudo de armas al lado derecho del altar mayor de la iglesia del monasterio y al izquierdo el de sus padres, con una inscripción encima donde constara que ella era la patrona.

Sin embargo, había una cláusula adicional. La devoción de doña Mariana por la señora Santa Ana, la llevó a solicitar a los carmelitas que cambiaran la advocación del convento y colegio, que retiraran a San Ángel y su lugar fuese ocupado por la madre de la Virgen María -señora Santa Ana- que durante su vida había mostrado celo por hacer obras buenas y esforzarse en la virtud, razones por demás suficientes para que doña Mariana quisiera emularla.

Los carmelitas no lo pensaron dos veces. Finalmente todos los santos servían al Señor. Por otra parte, el dinero suministrado podría servir para continuar con su labor evangelizadora así que optaron por cambiar de advocación. No era tan grave. Y para curarse en salud prometieron que el siguiente convento que edificaran estaría dedicado a San Ángel -y fue el de Salvatierra años después. A partir de 1634, el magno convento, gloria de los carmelitas, fue dedicado a la Señora Santa Ana.

Sin embargo, ni los carmelitas ni doña Mariana consideraron que a 17 años de construido el convento bajo la advocación de San Ángel, su nombre había arraigado en el pueblo. A pesar del acuerdo, ningún vecino del lugar o de cualquier otro punto del valle de México le llamó colegio de la Señora Santa Ana. El pueblo había entrado por la puerta grande de la historia de México impulsado por los carmelitas y sólo un nombre prevalecería más allá del tiempo: San Ángel, lugar donde la naturaleza y el clima habían creado un paraíso.