Del México Antiguo a la conquista
El siglo de la conquista
El México Virreinal
La Nueva España
Aires Libertarios
El México Independiente
La época de la anarquía
La era liberal
El Porfiriato
El México Contemporáneo
La revolución
La reconstrucción
La estabilidad
La época de las crisis
La transición democrática
Datos Curiosos
Clic en la imagen para ver la galería
Alejandro Rosas
El templo de San Andrés había sido construido en la segunda mitad del Siglo XVII. Cerca de la Alameda Central, fue erigido al lado de una construcción aún más antigua, cuyo uso había cambiado con el paso de los años: noviciado, colegio de jesuitas, casa de ejercicios y finalmente hospital.
Con la expulsión de la orden de San Ignacio de Loyola, a finales del Siglo XVIII, inició su paulatino deterioro, y no fue sino hasta 1866 cuando fue reconstruida. Sin ser de las construcciones religiosas más importantes del periodo virreinal, el destino le reservó un pequeño papel en la historia que significó su destrucción definitiva: albergó durante algunos meses el inerte cuerpo de Maximiliano.
El segundo embalsamamiento del archiduque fue realizado en San Andrés y todo tipo de historias macabras surgieron a su alrededor. "Los periódicos americanos -señalaba un diario de la época- han pretendido que el cuerpo de Maximiliano fue colgado por maldad". No sin cierta inocencia, el diario apuntaba que dicha versión era un error: "Se colgó en efecto, pero fue para secarlo. Una vez seco el cuerpo, se le vistió con un pantalón y una chaqueta".
Como quiera que haya sido, el cadáver permaneció en la vieja iglesia hasta el 13 de noviembre de 1867, cuando salió para ser llevado a Austria. El templo de San Andrés recuperó entonces su vieja vocación y pronto se abrió nuevamente al culto público.
Reconstruida un año antes, la iglesia tenía futuro. Así parecía. Una noche, sin embargo, un individuo se embriagó a tal extremo que en unión de "otros traidores, gritó vivas a Maximiliano, a Márquez y a otros corifeos de la traición". Algunos liberales puros vieron en esas escasas muestras de adhesión al extinto imperio una afrenta para la República y un desafío a sus instituciones.
Ante el temor de que el templo de San Andrés se convirtiera en el bastión espiritual de los imperialistas, el Gobernador del Distrito Federal, Juan José Baz -que con anterioridad había promovido la mutilación del convento de San Francisco-, con sus propias manos lo destruyó en una sola noche. No quedó piedra sobre piedra, y sobre las ruinas se abrió la calle de Xicoténcatl, donde años después quedaría establecido el Senado de la República.