El teatro mexicano en los años veinte

Artes escénicas - Obras

Por: Carlos Azar Manzur

Antonieta Rivas Mercado (1900-1931) en su corta vida fue bailarina, dramaturga, periodista, escritora y mecenas, bailarina y cofundadora del Teatro Ulises.

Con la llegada de Álvaro Obregón a la presidencia (1920), comenzó a gestarse el México moderno. Su afición al teatro (se sabe que acudía con las hermanas Moriones, apoderadas del Teatro Nacional, para que pusieran en escena una burla a cierto ministro del gobierno obregonista, escrita por el mismo presidente, a fin de reprender al oficial, quien era invitado a ver la función para que supiera lo que “opinaba el pueblo de México de él”), y la presencia fundamental de Vasconcelos como fundador de la SEP, provocaron un desarrollo artístico con el ánimo de crear una nueva identidad nacional.

En el teatro surgió un conjunto peculiar de dramaturgos: El grupo de los 7 o simple y graciosamente Los Pirandellos. Sus obras revelaban que la emergente clase media se apoderaba de la situación para poner a su servicio un teatro de intereses pequeñoburgueses, con la aspiración de sustituir a la gran burguesía que el porfiriato había legado.

Jacinto Benavente y, claro está, el propio Pirandello, habrían de ser sus modelos, aunque la producción final no se acercaría a la de sus inspiradores. Un teatro social clasemediero, cuyos intereses era: la inestabilidad matrimonial, la infidelidad, la pérdida de las “virtudes tradicionales” y la igualdad de género. Los melodramas de Carlos Díaz Dufoo, Julio Jiménez Rueda, Catalina D’Erzell, María Luisa Ocampo y Amalia Castillo Ledón, con fuertes residuos decimonónicos, reforzarían ese género tan cercano al corazón del mexicano.

Todo ellos intentaban formar un grupo estable (La Comedia Mexicana) para alcanzar a profesionalizar el teatro nacional, idea que sólo se alcanzaría hasta 1972, con la creación de la Compañía Nacional de Teatro.

En contraposición al teatro de Los Pirandellos, un grupo de jóvenes inconformes, Novo, Villaurrutia, Owen, Celestino Gorostiza y el propio Jiménez Rueda propusieron la creación de un novedoso y modernista conjunto teatral al que nombraron Teatro de Ulises (1928).

Todos ellos reunidos en torno a Antonieta Rivas Mercado, recién llegada de Europa, y quien traía un repertorio desconocido en México. Este grupo conoció el éxito efímero del teatro entre las turbulencias pasionales de su musa hasta el trágico final de ella al arrojarse de la Notre Dame en París. Con todo, El Teatro de Ulises quedó registrado en el recuento final del esfuerzo de los artistas que lo animaron, como precursores de una labor teatral fincada en la estética de ese tiempo.