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Localizado sobre la calle de Puente de Alvarado en la ciudad de México, el palacio de Buenavista –hoy Museo Nacional de San Carlos- fue construido por Manuel Tolsá a finales del siglo XVIII, por órdenes de doña María Josefa Rodríguez de Pinillos y Gómez. Se le llamó de Buenavista gracias al título de conde comprado por doña María para uno de sus hijos.
Sobre la hermosa construcción, el cronista Artemio de Valle-Arizpe escribió: “Se le daba a esta regia morada el nombre de Casa de la Herradura y también se le decía Casa de los Pinillos, por el apellido de la opulenta señora que la mandó labrar. Esta dama dispendiosa era doña María Josefa Rodríguez de Pinillos y Gómez. Como su hijo varón no fue el primogénito, no pudo heredarlo pero prometió comprarle un precioso título de conde que se llamaría de Buenavista, y como tenía mucho dinero la señora, adquirió en un santiamén y sin ningún tropiezo el papel real que acreditaba a su hijo como conde. Para darle buen lustre a ese flamante condado, doña María Josefa le vinculó una buena hacienda por Chalco y la casa en que habitaba, la cual mandó reconstruir al eximio arquitecto don Manuel Tolsá. Le encomendó que la hiciera con la mayor suntuosidad, y así la hizo el insuperable valenciano, quien puso en ella todas las elegancias de su arte. La edificó en gallarda proporciones y notable armonía de formas en que fue siempre tan hábil y elegante”.
Como muchas otras construcciones novohispanas su historia es vasta. Durante el gobierno de Guadalupe Victoria (1824-1828) se instaló en ella la legación inglesa, con Herny Ward como primer embajador. También fue arrendado por el conde de Regla, que llevó a su nuevo domicilio la colección de animales raros que tenía en la hacienda de la Teja y entre sus muros “instaló un pequeño museo con los mil y un objetos curiosos reunidos a lo largo de su vida”.
Hasta Antonio López de Santa Anna, en una de sus tantas incursiones en la ciudad de México en 1843, decidió vivir en Buenavista para lo cual la mansión fue pintada, amueblada y decorada con el más refinado lujo, sin reparar en gastos, que desde luego no salieron de la bolsa del caudillo jalapeño sino del erario público. Durante la época del segundo imperio, el palacio de Buenavista fue el regalo de bodas que le obsequió el emperador Maximiliano al mariscal Aquiles Bazaine al contraer nupcias con la joven mexicana Pepita de la Peña.
Luego de los azarosos años de la intervención y el imperio, el palacio de Buenavista continuó su historia pero cambió en repetidas ocasiones su propia naturaleza: fue la fábrica de cigarros La Tabacalera Mexicana, Lotería Nacional, Secretaría de Comunicaciones, Dirección de Aduanas y Escuela Preparatoria. En la actualidad alberga al Museo Nacional de San Carlos sobre arte europeo de los siglos XIV a principios del XX.