El menos pelele: Emilio Portes Gil

La reconstrucción - Hechos

La crisis política desatada con el asesinato de Obregón lo llevó a la presidencia. Ni obregonista por completo ni callista recalcitrante, Portes Gil resultaba la persona adecuada para ocupar el poder. Era el hombre conciliador cuya misión en los siguientes dos años se definía con una sola palabra: contener.

No era para menos. Los partidarios de Obregón querían literalmente ""comerse vivos"" a Calles y a Morones, sospechosos de haber movido las piezas en el complot que acabó con la vida del manco de Celaya. Buscaban reacomodo bajo las nuevas circunstancias y no querían soltar ""los huesos"" políticos arrojados en vida por su amo. Pero sin el caudillo, los días del obregonismo en el escenario nacional estaban contados.

""La gente le decía el Pelele -escribió José Vasconcelos-, porque Calles lo había sacado de la oscuridad, y venciendo su mala fama en los negocios de Tampico y sus antecedentes de abogadillo al servicio de Victoriano Huerta y en tal carácter injuriador a sueldo de los revolucionarios, lo había elevado nada menos que a la Presidencia provisional, encargada de celebrar las elecciones para presidente definitivo"".

Aunque el abogado de la Escuela Libre de Derecho, Portes Gil fue el menos ""pelele"" de los presidentes del maximato, Calles recurrió a sus servicios para darles ""coba"" a los obregonistas. Para hacerles creer que al final mantendrían el poder a través de alguno de sus miembros. Necesitaba tiempo para calmar y debilitar a los grupos rijosos y lo hizo a través de la fundación de un partido único y revolucionario que aglutinó a todas las facciones, y en donde el obregonismo se desvaneció paulatinamente. Mientras Plutarco impulsaba su gran reforma política, Portes Gil pudo gobernar con cierta libertad.

""Portes era francamente feo -continúa Vasconcelos-, obeso desde la juventud; grueso y chaparro, negro como un jamaiquino, tenía en la cara unas pintas que ya desde entonces motivaban a que le llamasen el ‘Manchado’"".

Aconsejado por el embajador norteamericano Dwight Morrow, una de sus primeras y más importantes acciones fue solucionar el conflicto religioso -iniciado por el absurdo jacobinismo de Calles- que desde 1926 asolaba al país entero. Tres años de guerra inútil habían costado más de setenta mil muertos y miseria en el campo. Aunque la paz fue injusta para los cristeros -fueron abandonados por la alta jerarquía católica- el resto de la sociedad, cansada de tantos años de violencia, recibió con beneplácito la noticia del fin de las hostilidades.

Su tarea prioritaria fue la de organizar las elecciones para elegir al presidente que debía terminar el sexenio truncado por el magnicidio de Obregón. Y mientras en Querétaro nacía el Partido Nacional Revolucionario imponiendo a un candidato que nadie esperaba -Pascual Ortiz Rubio-, Portes Gil afirmó que no consideraba como un problema para su gobierno la elección presidencial, pues deseaba que se constituyeran en México partidos políticos ""sólidamente dueños de un programa y de un sector fijo de opinión, que servirá para desvincular la política de la administración y para impedir, de hoy para siempre, que el Estado se convierta en elector"".

No pudo cumplir su promesa. La campaña electoral de 1929 tuvo dos caras: la de los apoyos, los acarreos y el dispendio de recursos públicos a favor de don Pascual y el de la represión en contra de los vasconcelistas. Portes Gil quiso incluso disminuir la presencia de los estudiantes que seguían a Vasconcelos otorgando la autonomía universitaria, pero no lo logró. El último recurso fue ejercer la violencia en las urnas. En noviembre se verificaron las elecciones y en un escandaloso fraude triunfó el impopular Ortiz Rubio. Gonzalo N. Santos, pieza fundamental del sistema político mexicano desde sus inicios, escribió:

""...llegó el día en que se verificaron las elecciones presidenciales... todo el día lo pasé en un camión abierto y escoltado de gargaleotes [los hombres de Santos] y cuando una manifestación vasconcelista venía por las calles de cinco de mayo, salí yo en mi camión por la esquina de Isabel la Católica y como venían haciendo gran alboroto e ímpetus como de echárseme encima, ordené una descarga al aire con las ametralladoras Thompson, lo que fue suficiente para que huyeran como codornices"".

Al dejar la presidencia, Portes Gil se retiró complacido. Había logrado contener la furia de los obregonistas, impulsar el triunfo del primer candidato oficial y mantenerse fiel a Calles. Su lealtad fue recompensada con la secretaría de Gobernación en el gobierno de Ortiz Rubio, con la presidencia del comité ejecutivo del PNR, con una embajada en Francia y la secretaría de Relaciones Exteriores, entre otros muchos cargos públicos. Había logrado también colocar la primera piedra del edificio de fraudes electorales del sistema político mexicano. Y contrariamente a su promesa, convirtió al Estado y al gobierno -como en tiempos de Porfirio Díaz- en el gran elector.