El banquete navideño

La revolución - Vida Cotidiana

Cinco mil personas; fueron cinco mil los comensales que abarrotaron el célebre Tívoli del Eliseo el 25 de diciembre de 1906 para recibir una suculento banquete navideño. Nada tendría de particular el convite decembrino de no haber sido porque los invitados eran hombres, mujeres y niños de las clases menesterosas de la ciudad de México, cuya pobreza –ya entonces lacerante-, les había impedido celebrar la Nochebuena, con amor, dignidad y algo más que tortillas y frijoles.

         A instancias del The Mexico Daily Record  -gran organizador del evento-, cientos de cocineros madrugaron para tener listo el banquete, cuyo menú, estaba formado por una extraña combinación de platillos que mezclaba los alimentos básicos del pueblo con platillos muy sofisticados: sopa de arroz, bacalao a la Vizcaína, ragout de ternera y frijoles.

            “Las grandes mesas colocadas previamente –señalaba la crónica de El Mundo Ilustrado- se vieron completamente llenas de comensales… todos comían con avidez, todos saboreaban los bien condimentados manjares, mientras en sus rostros brillaba una intensa expresión de bienestar y alegría”.

             En tiempos de don Porfirio no era extraño observar este tipo de escenas. Durante el porfiriato, varios personajes reconocidos por sus grandes fortunas, dedicaron parte de sus riquezas -y de su tiempo- a labores altruistas. En un México desigual e injusto, Luz Aviñón, Gabriel Mancera, Félix Cuevas o Rafael Dondé, entre otros,  impulsaron el desarrollo de la beneficencia pública y privada.

            Durante la temporada navideña se multiplicaban los esfuerzos para organizar un sinnúmero de eventos para los pobres: posadas, cenas, repartición de regalos y juguetes. Incluso “algunas familias de nuestra buena sociedad”               –como señalaba El Mundo Ilustrado-, participaban en los actos de caridad y “varias damas aristocráticas se prestaban gustosas, con loable espontaneidad, a ayudar en su tarea a las obreras, sirviendo también la mesa a los pobres”.

            Nadie quedaba fuera. Las principales casas comerciales y negocios como El Buen Tono, El Vulcano y El Palacio de Hierro enviaban a sus obreras a servir las mesas, como sucedió en el banquete del 25 de diciembre. “Las simpáticas muchachas se presentaron con vaporosos trajes de muselina de colores claros, luciendo en el pecho rosetas de listón con los colores nacionales de México y España”.

            Aunque por algunas horas la gente más humilde olvidaba sus tragedias personales, al día siguiente enfrentaba nuevamente su triste realidad. La clase política, sin excepción, había sido incapaz de combatir la pobreza y la desigualdad, pero tranquilizaban sus conciencias con paliativos navideños.