Don Quijote cabalga en la Nueva España

Literatura - Obras

En 1590, el Nuevo Mundo representaba un atractivo para muchos habitantes del viejo continente: oportunidades, ganancias, lugares exóticos, miles de aventuras por descubrir. Por eso no sorprende que un soñador como Miguel de Cervantes se ilusionara con la idea de viajar a la Nueva España.

“Pide y suplica humildemente, cuanto puede a vuestra Majestad, sea servido hacerle merced de un oficio en las Indias de los tres o cuatro que al presente están vacos, que es el uno la Contaduría del Nuevo Reino de Granada o la Gobernación de la provincia del Soconusco en Guatemala o contador de las Galeras de Cartagena o Corregidor de la ciudad de la Paz, que con cualquiera de estos oficios que vuestra majestad le haga merced, le recibirá porque es hombre hábil y suficiente y benemérito…”.

       Con estas palabras, el veterano de la batalla de Lepanto, se dirigía al Consejo de Indias, en espera de que los tantos años de servicio como soldado le valieran para conseguir el tan anhelado empleo, pero no lo logró, con un “Busque por acá donde se le haga merced”, diplomáticamente, lo despacharon.

       Pero lo que el escritor no pudo, el Quijote sí logró. Con apenas ocho meses de haber salido de la imprenta, don Quijote viajó rumbo a América a bordo de la nao Espíritu Santo que zarpó de Sevilla el 12 de julio de 1605. Y lo hizo de colado, ya que una de las leyes de las Indias especificaba que estaba prohibido llevar al Nuevo Mundo:

“Libros de romances de historias vanas o de profanidad, como el Amadís e otras de esa calidad, porque este es mal ejercicio para los Indios e cosa en que no es bien que se ocupen y lean –escrito en una cédula real de 1543–”.

       Pero a los pasajeros de la nao, la prohibición les importó poco, ya que las lecturas en voz alta del Ingenioso Hidalgo les ayudaron a aligerar el viaje, y en menos de lo que “cantó Sancho” estaban desembarcando en Veracruz el 28 de septiembre de 1605.

       Cuentan los registros que un comerciante llamado Clemente Valdés se acercó a reclamar el cargamento de 262  ejemplares. Su plan era llevarlos a la Ciudad de México para venderlos a “doze reales”.

       Además de la nao Espíritu Santo, otros barcos como la nao Nuestra Señora de los Remedios y la Encarnación, también llevaban a don Quijote de “polizón” y así llegaron al Nuevo Mundo más de 25 cajas con libros que pronto lo volvieron un éxito en ambas Españas.

       En 1842, durante el gobierno de Antonio López de Santa Anna, se imprimió la primera edición mexicana del Ingenioso Hidalgo don Quixote de la Mancha, que incluía 125 estampas litográficas en dos tomos, a cargo de don Ignacio Cumplido.