Diego Rivera: anecdotario

Artes visuales - Personajes

En el marco del 130 aniversario del nacimiento de Diego Rivera, uno de los grandes muralistas del siglo XX,  hacemos un recuento de algunas anécdotas de este artista cuya obra es un referente que ha influido a cientos de artistas.

Diálogo epistolar entre genios

El 13 de febrero de 1934, escrito a máquina en Alemán, Albert Einstein se dirigió a Diego Rivera para felicitarlo por su obra La barbarie Nazi:

“Estoy contento de tener la oportunidad de externarle mi gran admiración. No sería capaz de nombrar a otro artista contemporáneo cuyo trabajo haya sido capaz de ejercer un poderoso efecto similar en  mí. Espero que el mundo se dé cuenta más y más de lo que tiene en usted.”

Al poco tiempo, el muralista le responde al matemático con una carta en francés escrita a mano, la primera de varias en una correspondencia entre genios  que duró algunos meses:

“Quiero decirle lo mucho que me conmovió su carta. El aliento recibido es muy grande y magnífico por lo poco que he hecho con mi pintura. Por lo que usted es, con su gran energía humana, junto con su ciencia que ha cambiado por la expansión hacia el espacio y la luz, ayudando a elevar el pensamiento humano a nivel superior.”

Rivera vs Rockefeller Jr.

Entre 1932 y 1934, John D. Rockefeller Jr. comisionó a Diego Rivera la creación de un mural para decorar el vestíbulo principal del Centro Rockefeller en la Ciudad de Nueva York; para la ocasión, Rivera diseñó El hombre controlador del Universo, también conocido como El hombre en una encrucijada, por cuya ejecución cobraría 21,000 dólares.

            Cuentan que, casi al finalizar la obra, Rivera decidió alterar los bocetos originales e incluir un retrato de Lenin, hecho que Rockefeller se tomó como una afrenta que no podía permitir porque la obra estaría en “el centro más visible del capitalismo”. Al final, el magnate revocó el contrato —aunque de todas formas pago la cantidad pactada— y ordenó la destrucción del mural.

            Tiempo después, Diego realizó una réplica del mural en el Museo del Palacio de Bellas Artes, en donde no sólo incluyó a Lenin sino que se dio el lujo de agregar a todo el panteón Marxista.

Un cuadro para la diva

En 1956 fueron presentados Diego Rivera y Silvia Pinal. La actriz buscó al artista con la intención de encargarle un cuadro para decorar su nueva casa. Diego aceptó hacer un retrato de la diva para el que fueron necesarias varias sesiones de trabajo.

            “Era muy gentil conmigo —recordó la actriz en una entrevista de prensa—, y me dijo ‘yo la sigo a todos lados, cuando vaya a hacer su programa, cuando vaya al teatro. Yo la sigo y la voy pintando, y le pinto aquí en su casa’. Yo dije no, a la hora de cuánto es, el maestro se va a quedar con mi casa…”.

            Finalmente, el 3 de noviembre de 1956, la actriz recibió una sorpresa cuando Diego Rivera decidió regalarle el cuadro como un presente por el día de su santo, con una leyenda que versaba: “La bella chamaca, genial, Silvia Pinal en su onomástico”.