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Artes escénicas - Instituciones
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A la bailarina y coreógrafa Gladiola Orozco, el olvido le parece injusto. El carácter efímero de las artes escénicas es una bendición para el público, afortunado testigo de un hecho único, y condena de pasado para sus intérpretes: “de la música quedan las partituras y los discos –nos cuenta en entrevista-; los escritores tienen los libros, ¿y la danza?...”.
Por eso, en un acto de rebeldía, de rechazo contra el olvido, se dio a la tarea de recopilar programas de mano, fotografías, notas de prensa y documentos para integrarlos en el libro Memoria. Ballet Teatro del Espacio y sus antecedentes 1966-2009, editado por el Instituto Nacional de Bellas Artes.
El Ballet Teatro del Espacio (BTE) –en sus inicios Ballet Independiente- fue fundado por Gladiola Orozco y Michel Descombey en 1966, una época en la que había “mucha pasión y poca queja, en aquel tiempo no había becas de nada, pero había ‘quiero hacer esto’”.
Ambos creadores, al lado de otros talentos como el de Raúl Flores Canelo y Freddy Romero, lograron desarrollar un lenguaje dancístico propio, capaz de influir en la vida cultural y social del país, a través de la formación de bailarines y público; una compañía única que por desgracia vio su fin en el año 2009, debido a una negligencia burocrática.
Luego de enfrentarse al cierre de su escuela/compañía y, poco tiempo después, a la muerte de Descombey, su pareja inseparable, Gladiola decidió no rendirse y realizar su “homenaje a los que estuvieron, con los que compartí estas décadas de lucha, de belleza, de pasión. Es el homenaje que les debo […]. No se ha ido el BTE. En donde esté el libro, estará la vida de los que pasaron”.
Estos tres tomos que fueron presentados en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes: “no son un ejercicio de remembranza […] sino una recopilación exacta, a través de la precisión del programa de mano: quién bailó, cuándo bailó, qué obra y qué coreógrafo, qué teatro, qué músicos. El que estuvo ahí está..."
Y es que con el tiempo la historia se va “borrando o distorsionando”. Los pasos se van, pero ahora es “la primera vez que la danza [del BTE] queda viva a través de estos libros”.
“Marco Antonio Silva empezó su primer paso en la escuela y así como él hay muchos que son coreógrafos, directores, bailarines. Muchas parejas que se hicieron ahí esposa o esposo, niños […] el ballet tiene nietos y hasta bisnietos…”.
Para la coreógrafa lo más importante que puede recomendar a las nuevas generaciones es que tengan hambre: “No está mal comer danza y comer arte. Seríamos otra sociedad si esa fuera nuestra dieta. Una sociedad hambrienta de cultura […] un país sin cultura, sin artistas, sin creadores, no es país. La cultura es el alma, si así se viera seríamos más ricos”.