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Han pasado 76 años de la muerte del violinista, compositor y director de orquesta, Silvestre Revueltas, un 5 de octubre de 1940; es considerado uno de los máximos representantes de la corriente nacionalista.
Nació en Santiago Papasquiaro, pueblo de Durango en donde nacieron los primeros cinco hijos de la familia Revueltas Gutiérrez; “creo que es un lugar cercano a las montañas —escribió en su diario— pues el recuerdo más lejano y vivo de mi infancia me ilumina un viaje por la sierra, amarrado a una mula”.
Su fascinación por la música empezó a los tres años, cuando escuchó por primera vez música, en manos de una pequeña orquesta de pueblo en una plaza. “Yo estuve de pie escuchando largo tiempo y seguramente con una atención desmedida, pues me quedé bizco. Y bizco estuve por tres o cuatro días (Ahora, ¡desgracia mía!, ya no me quedo bizco ante los músicos)”.
En 1913 ingresó al Conservatorio Nacional y en 1917 viajó a Estados Unidos para perfeccionar sus estudios de violín. Luego, se trasladó a España, durante la Guerra Civil y trabajó del lado del banco republicano. Fue secretario general de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR).
Una de sus obras más sobresalientes es Sensemayá, pero también destacan Ocho por radio, Janitzio, Tierra pa’ las macetas, Colorines, Ventanas , entre muchas otras; además de sus composiciones para cine en las películas Vámonos con Pancho Villa, El Indio y Ferrocarriles, entre otras.
Para recordarlo, en su aniversario luctuoso, rescatamos algunos fragmentos de sus diarios y notas. Muchos de ellos escritos en un hospital psiquiátrico en el que estuvo internado meses antes de su muerte.
“No hay más de dos caminos en el arte; o se hace uno virtuoso o se hace uo payaso”.
“No son divertidos ni los fantasmas ni la soledad. Una soledad con fantasmas tiene tanta fantasía como las buenas intenciones de los bien intencionados. Y los bien intencionados forman legión. Todos a cual más tienen tanto desinterés aparente como interés escondido”.
“El optimismo es una pasión de engreídos consigo mismos. Pasión de vanidosos y de embusteros. Pasión de flojos o indiferentes”.
“Yo sé que tú me quieres como a un objeto de carne para un uso cualquiera; como a una cafetera rusa o un metate; y me quieres entrañablemente, como se quiere a esos objetos”.
“Creo ridículamente que las cosas tienen alma; es una creencia infantil, pero al fin una creencia. Claro que, como todas las creencias, es absurda”.
“El gesto más cruel es conservar a un enfermo por meses y años con la remota esperanza de curarlo. Más amoroso sería matarlo. Pero la crueldad innata del hombre lo conduce a prolongar agonías”.