Adolfo de la Huerta, un tenor en la presidencia

La reconstrucción - Hechos

El 23 de abril se cumplen 91 años del inicio de la rebelión de Agua Prieta que terminó con la caída y muerte de Venustiano Carranza y el ascenso del grupo sonorense -De la Huerta, Obregón y Calles- a la presidencia del país. ¿Quién fue Adolfo de la Huerta, el carismático revolucionario que encabezó la rebelión? Esta es su historia.

Cantaba ópera y no lo hacía nada mal. Tenía voz de tenor y se dice que durante los años de juventud su mayor aspiración era presentarse profesionalmente en el Metropolitan Opera House de Nueva York. Estudió contabilidad como un seguro de vida y música por vocación, ambas carreras en la escuela nacional preparatoria. Pero al igual que toda una generación de mexicanos, los últimos años del porfiriato y la revolución acabaron con sus sueños.

Era un hombre carismático, apreciado en todo el estado de Sonora. Apoyó al Partido Liberal Mexicano en 1906 y se unió a la campaña democrática de Madero en 1910. Solía participar en eventos artísticos con fines altruistas donde ponía a prueba sus habilidades para el canto y la actuación. Fue banquero, tenedor de libros, y administrador. Y como defensor de los indios yaquis frente a los abusos de la dictadura, siempre gozó de su simpatía.

No sentía afecto por las armas. Le provocaba más la política como un instrumento para alcanzar la paz, la conciliación y el bien común. ""Tu primera obligación es con la humanidad -solía repetir. Vienen después tu patria y tu familia. Tú serás el último"". Bajo esos principios se unió a la revolución constitucionalista y en 1915 el ""viejo de la barba florida"" -como se le conocía a Carranza- lo nombró secretario de Gobernación del movimiento revolucionario. Dos años después cuando don Venus fue electro presidente constitucional, De la Huerta fue nombrado cónsul general de México en Nueva York. Su siguiente paso: la gubernatura de su estado natal en 1919.

Bajo el pretexto de que el gobierno federal había violado la soberanía del estado e intentaba imponer en la presidencia a un civil -cuando el candidato indiscutible era Obregón-, De la Huerta y Calles se levantaron en armas con el plan de Agua Prieta el 23 de abril de 1920. La rebelión se generalizó por todo el país y en menos de un mes el triunfo era un hecho consumado. La victoria se levantaba sobre el cadáver de Carranza. Había llegado la hora de los sonorenses.

La presidencia de Adolfo de la Huerta duró seis meses exactos. Su gobierno fue definido con una palabra: pacificación. En los últimos nueve años (1911-1920) diez presidentes habían transitado por Palacio Nacional sin que ninguno lograra   conciliar los intereses de los grupos armados para restablecer la paz en el país. En su breve pero exitosa labor, mucho tuvo que ver su carácter: era simpático, franco, honesto y de buena voluntad. Y a diferencia de la generación revolucionaria siempre fue respetuoso de la vida y la dignidad humana.

""Nadie podrá quitarle... el mérito de haber encauzado a la Nación nuevamente por el sendero de la paz orgánica -escribió en sus memorias Emilio Portes Gil-, ni mucho menos regatearle el honor de haber abierto los cauces de la Revolución estancada, que vio garantizados sus más anhelados principios el día en que aquel hombre probo se hizo cargo del Poder. Fue entonces, cuando se inició la reorganización del ejército y cuando empezó a sentirse la mano enérgica del Gobierno, que sin consideración alguna, trataba de imponer el orden en toda la república"".

""Fito"" como le llamaba amistosamente Obregón, logró que el viejo militar golpista Félix Díaz depusiera las armas e incluso le perdonó la vida tras haber sido sentenciado a muerte por una corte marcial. Se ganó a los últimos zapatistas encabezados por los generales Genovevo de la O y Gildardo Magaña que continuaban en pie de guerra; aprobó el fusilamiento del general Jesús María Guajardo, asesino material de Emiliano Zapata y también sometió al autor intelectual de la muerte del caudillo suriano: Pablo González. Pero su mayor éxito fue utilizar la palabra, el diálogo y la confianza para lograr la rendición del más temido de los generales de la revolución: Francisco Villa.

De la Huerta fue un presidente que ejerció el poder con sentido común -pocos lo habían hecho. Se hizo acompañar de hombres intachables como José Vasconcelos, Juan Sánchez Azcona, Salvador Alvarado o Antonio I. Villarreal y heredó a Obregón una situación política inmejorable. Comprometido con la reconstrucción del país, aceptó la secretaría de Hacienda en el nuevo gobierno donde puso a prueba sus cualidades como administrador llevando acabo una importante negociación de la deuda mexicana con Estados Unidos.

La voracidad de los generales sonorenses por mantener el poder, y el verso que ya corría entre la opinión pública: ""Obregón le dijo a Calles/ por el bien de la nación/ nos haremos los compadres/ viva la revolución"", anunciaron la inminente ruptura. En septiembre de 1923, al acercarse la sucesión presidencial, De la Huerta decidió separarse del gobierno y lanzarse como candidato independiente para buscar la presidencia del país. En el mes de diciembre la imposición de Calles estaba consumada y sin otra salida, don Adolfo optó por el camino de las armas. Frente Obregón -único general invicto de la revolución- la rebelión delahuertista estaba condenada al fracaso. En poco tiempo fue derrotada y De la Huerta marchó al exilio.

En la amargura del destierro, ""Fito"" encontró alegría en su vieja pasión: la música. Abrió una escuela de canto en Los Ángeles y durante años vivió honradamente de su trabajo. Regresó a México cuando gobernaba Lázaro Cárdenas y ocupó todavía algunos cargos públicos menores.

""Respetuoso de su país y de la opinión pública -escribió Miguel Alessio Robles-. Suspicaz, débil de carácter, pero hombre recto y de principios. Político hábil, patriota, después de haber ocupado los más altos puestos bajó de ellos en la mayor pobreza, pero con su corazón entero y la conciencia limpia"".

Años antes, cuando en el horizonte de la nación aún no aparecía el vendaval revolucionario había escrito una décima titulada ""Vida útil"", que reflejaba el camino que seguiría a lo largo de los años:  ""...si a tu patria con lealtad/ sirves con preceptos fijos/ y con cuidados prolijos/ en tu hogar fincas tu amor,/ tu vida tendrá un valor/ que reflejará en tus hijos"".